7 de diciembre de 2010

Ale

Que se llamaba Alejandro, que tenía veinticinco años, que jugaba al tenis y vivía en Rosario. Eso me dijo el rubio cuando se acercó.
Siempre fui de escaparle a situaciones que no me gustan, por eso cuando las cosas con mi ex pareja se pusieron insostenibles y decidimos dejar todo como estaba, no pude quedarme en casa mirando los peluches que me había regalado ni las fotos en las que los dos nos mirábamos tan ingenuos y llenos de amor. Tenía algo de plata ahorrada y acompañada por mi prima, que siempre está dispuesta a ir donde sea, me fui a un crucero. Únicamente quería despejarme, tomar sol, caipirinhas y bailar mucho.
En eso estaba, cuando Ale se presentó. Es importante que se lo imaginen: era muy alto, tenía ojos claros y una barba rubia apenas perceptible. La ropa, la forma de manejarse, todo remitia a un jugador de tenis, lo tenía en la sangre, era algo que se le notaba.
Me invitó un trago, no vi porqué no aceptar y así empezó nuestro romance.
Mi prima nos miraba desde la otra punta, muerta de risa y haciendome señas de que era un bombón. Me dijo que a la noche iban a hacer una fiesta y que fuera, con mi prima y si tenía más amigas, también que no había problema. Por supuesto que fuimos, y terminé abrazada a Alejandro y sin rastros de algún recuerdo de fotos o peluches, que era eso? Parecía tan lejano, otra vida.
Empecé a ver todo color de rosa, era sumamente atento, me contó que hacía poco había terminado una relación, por lo que encontramos un punto en común y siempre haciamos bromas al respecto. Aparecía todas las mañanas con algo para que desayunaramos y me tenía en cuenta para todas las actividades de pareja. Mi prima empezó a coquetear con uno de sus amigos y así deambulábamos los cuatro por el crucero, olvidándonos de todo lo demás. Fueon los días más increíbles de mi vida, no les miento. En la pileta me desafiaba a todo, nos la pasábamos compitiendo y después todo terminaba en un beso. Uno de los últimos días, me dijo que posiblemente me iba a sonar apresurado, o que era una locura, pero que esas dos semanas lo habían llevado a sentir algo muy especial por mi y que no quería que se terminaran sin haberme dicho que me amaba.
Ok, eso si que no lo esperaba. Todo el viaje había sido hermoso, él se había portado como un caballero, pero jamás hubiera esperado algo así.
Lo tomé bien y pasé los dos días que quedaban con mis ojos clavados en él y sintiendo que prácticamente nos ibamos a casar. Llegamos a destino, hora de volver a casa, nos pasamos los teléfonos y me dijo que si quería podía ir el fin de semana siguiente a pasarlo con él, que Rosario era muy lindo, que tenía que conocer a sus sobrinitas, que tenía muchas ideas para nosotros y bla bla bla. Accedí, a todo, ciega por tantas promesas lindas y desde ese momento no me despegué del celular.
Las semanas pasaron y Alejandro nunca llamó.
Como toda mujer en esa situación, corrí a buscarlo en facebook, y si, como temía en su perfil, ahí al costadito y con mucho orgullo decía su nombre y que tenía una relación. Más arriba, una foto dándole un beso a una chica y mostrando los dos anillos de casados.
Y aca me tienen, peor que como me fui, pero sabiendo que tengo que esperar un poco más antes de enamorarme. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario