5 de diciembre de 2010

Marina

Siempre había actuado en forma independiente, y me costaba adaptarme a depender de alguien más. Después de luchar durante años contra los límites que intentaban ponerme, me había rendido gustoso ante una mirada alegre y una mano que se ofrecía a acompañarme el resto de los días por cualquier sendero que quisiera atravesar.
Nos conocimos en un parque, cuando el Otoño empezaba a acortar los días, pero en el momento en que aún quedaban rastros de un verano extenso y caluroso. Teniendo treinta años y sin tener una pareja estable, podría suponerse que me encontraba preocupado, pero nunca me había dado el lujo de imaginarme algo así. Lo más cercano a un gran amor, que tenía en ese momento, era mi perra Balú, a quien había llevado a correr ese día. Marina tenía el pelo suelto, ese pelo castaño tan lindo y largo que le sienta tan bien con sus ojos verdes. Me miró sonriendo con cada parte de su cuerpo, si la conocieran lo entenderían, ella es capaz de sonreirte con la mirada, de transmitir alegría a partir de un gesto. La vi pasar y honestamente, no pensé en que podría volver a verla, era muy linda, parecía simpática, pero era una chica más que salía a correr por el parque.
Balú estaba agotada, y aunque me cueste reconocerlo, yo también, asique nos refugiamos a la sombra de un árbol bajo un banco. Me acuerdo mucho de ese banco, no sé bien porqué, pero no me puedo olvidar del pastito que lo rodeaba, de la sensación de estar en medio de un bosque al ver ese banquito de madera, tan rústico en medio de la ciudad. Levanto la vista, y la mujer que había pasado hacia un rato trotando por delante mio, me ofrecía agua y me preguntaba mi nombre. En ese momento no lo sabía, pero a Marina nunca le costó trabajo conocer gente nueva. Era y es, muy observadora y cuando veía a alguien que le caía bien o que tenía ese'no sé que' como ella decia, no podía evitar acercarse y dar charla. Me agarró por sorpresa toda su energía, y la naturalidad con la que me trataba, pero disimulé mi desconcierto y me porté como si todos los días se me acercaran mujeres así.
Le gustaban los animales, enseguida se puso a jugar con Balú, y me preguntó si no iba a correr por ahí cada tanto. Me reí y le dije que el trabajo no me lo permitía, que no contaba con mucho tiempo y que esto había sido una excepción por ser Domingo. Su expresión se transformó y parecía que hasta se había enojado conmigo. Con un grado de confianza que hasta me pareció gracioso, me empezó a retar, me dijo que era importante dedicarse un tiempo libre para distenderse y que si quería, ella estaba dispuesta a cambiarme ese hábito de adicción al trabajo.
Le dije que me encantaría, que podía 'hacerme un lugar en la agenda', y que podíamos pactar salir a hacer un recorrido por el parque todos los Jueves a la tarde, que era el día más liviano en la oficina. No era nada comprometedor, una compañera de gimnasia, parecía inofensiva y de verdad me llamaba la atención.
Y ese fue el principio de mis encuentros con Marina, después de unas semanas, se agregó una cena a todas las caminatas, después una salida al cine, y sin que me diera cuenta estaba presentandole a mi familia a mi nueva novia, maestra jardinera y amante de la naturaleza.
En casa la quisieron enseguida, es muy dificil no hacerlo, tiene una manera de desenvolverse que encanta instantáneamente. Me gustaba como se tomaba la vida, como enfrentaba sus problemas y como conseguía hacerme reír.  Y aca vuelvo al principio del relato, de un día para el otro, mi vida de treintañero soltero y preocupado por la plata, se había esfumado y era un hombre enamorado con ganas de formar una familia, la amaba y quería que lo supiera, nos haciamos espacios en todo momento para vernos, saliamos con sus amigos y con los mios, nos divertiamos mucho y cada dia que pasaba encontraba una nueva caracteristica suya que me encantaba.
Compramos un departamento, (nos costó bastante que aceptaran a Balú y a Timba, el cachorro de Marina, pero lo logramos) y nos detuvimos en decorarlo a nuestro gusto, teníamos ahorros suficientes para hacer lo que quisiéramos y todo justamente por la mitad para evitar futuros conflictos.
El día de hoy les puedo contar que Marina es la mamá de mis tres hijos, que me sigue sonriendo con todo su ser, que estoy tan enamorado como al principio de la relación, que ahora vamos los cinco a recorrer el parque y que agradezco la oportunidad que tuve de abandonar esa vida vacia y confiar en la joven que me ofrecía vivir en forma diferente, y feliz.

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